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Cómo funciona el reciclaje inclusivo: economía circular con impacto social

Cómo funciona el reciclaje inclusivo: economía circular con impacto social

El reciclaje practicado por poblaciones vulnerables en América Latina evita que se emitan cada año hasta 194 toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera por cada organización que la practica, según un estudio pionero en el mundo.

El pasado 12 de diciembre concluía en Dubái una polémica cumbre del Clima en la que por primera vez se instaba a los países firmantes del Acuerdo de París a iniciar «una transición para dejar atrás los combustibles fósiles». Fue un pacto in extremis después de dos semanas de intensas negociaciones en la que las organizaciones conservacionistas ponían el dedo en la llaga sobre la importancia de marcar una hoja de ruta hacia el fin de estos agentes contaminantes.

Pero hasta que esto suceda, será necesario encontrar vías eficientes para mitigar los gases de efecto invernadero y reducir el exceso de residuos, especialmente en regiones con una baja tasa de reciclaje, como es el caso de América Latina, donde solo se recupera el 5% de los residuos. El reciclaje inclusivo, realizado por colectivos vulnerables, aborda esta problemática desde tres perspectivas: social, económica y ambiental.

En el Centro de Transferencia de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste (RUO), ubicado en el barrio bonaerense de Caballito, trabajan unas 800 personas. Se cuentan entre los más de 205.000 recicladores anónimos, muchos de ellos en situación de exclusión social, que se dedican a la recuperación de residuos. Su trabajo no solo es un ejemplo de inserción social para poblaciones vulnerables, sino también un éxito desde el punto de vista medioambiental.

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Dos operarias separan residuos plásticos en la planta de la Cooperativa de Reciclaje Nova Esperança de Brasil. La mayoría de los trabajadores de esta organización, creada en 2007 para reurbanizar el asentamiento Vila Pantanal, son mujeres.

En 2022, los recicladores lograron recuperar hasta 4.333 toneladas de residuos -principalmente cartón, vidrio y papel- y evitaron que se emitieran hasta 10.596 toneladas de CO2 equivalentes. Datos que evidencian el elevado potencial del modelo de reciclaje inclusivo para la gestión de los residuos sólidos en América Latina, una región donde hasta 2 millones de recicladores, muchos de ellos en condiciones de precariedad laboral, aportan el 50% de las materias primas secundarias. Para cuantificarlo, la plataforma regional Latitud R, presente en 17 países latinoamericanos, ha creado la primera herramienta dedicada a calcular el impacto climático generado por estos recicladores. 

UN PROYECTO PIONERO EN EL MUNDO

La iniciativa de Latitud R es el primer proyecto que demuestra científicamente el impacto positivo del reciclaje inclusivo frente a la crisis climática. La herramienta consiste en estimar la huella de carbono (indicador ambiental que pretende reflejar ‘’la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto»), así como las emisiones de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y ozono) que se evitan como resultado de la actividad de centros de reciclaje de organizaciones latinoamericanas.

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Un operario clasifica residuos en el Centro de Transferencia de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste (RUO), ubicado en Caballito, Buenos Aires. En 2022 este centro recuperó 4.333 toneladas de residuos que se calcula evitaron la emisión de 10.596 toneladas de CO2 equivalentes a la atmósfera.

La herramienta tomó como base los principios establecidos en la Norma ISO 14064-1, que contabiliza las emisiones de gases de efecto invernadero de una empresa, así como las metodologías establecidas en las directrices del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), la organización de referencia en cuanto a información científica relativa al clima se refiere. Todos esos datos se complementaron a su vez con un formulario de consultas en el que se recopiló información sobre los residuos de 6 centros de reciclado piloto correspondientes a 6 países distintos: Mujeres Ecosolidaria, en Perú; Cooperativa Serviclaje, en Chile; Asociación de Servicios de Reciclaje Creciendo Por Ti Mejia, en Ecuador; Defensores del Medio Ambiente, en Bolivia; Asociación de Recicladores de Bogotá, en Colombia, y RUO, en Argentina.

RESULTADOS: HASTA 200 VECES MENOS GASES DE EFECTO INVERNADERO

Sus conclusiones son contundentes: de promedio, por cada tonelada de gases de efecto invernadero emitida por los centros de reciclaje inclusivo se evitaron 194. En otras palabras: si esos residuos reciclables hubieran sido gestionados de otra forma, se hubiera emitido hasta 200 veces más gases que los que se generan en procesos de reciclaje inclusivo. “Para nosotros, los recicladores de base, poder medir el impacto generado durante tanto tiempo, hasta la cuarta generación de recicladores, es muy importante, y más con este instrumento que evidencia y visibiliza un trabajo que hemos estado realizando de forma gratuita durante mucho tiempo en casi todo el mundo. Por primera vez tenemos la posibilidad de cuantificar y medir realmente nuestro impacto, no solo en lo económico, sino también en lo social, en lo ambiental y, sobre todo, en lo relativo a derechos humanos vulnerados durante mucho tiempo”, afirma Soledad Mella, secretaria de comunicación de la Red Latinoamericana de Recicladores (Red Lacre), una organización miembro de Latitud R.

Más allá de los números, la dimensión social es la gran piedra angular de esta entidad al servicio de las personas. La misión de Latitud R es la búsqueda de mejoras en las condiciones de trabajo de los recicladores de base. La plataforma cuenta con una fundación (Avina) que coordina los trabajos de la entidad y aporta el material, así como una aceleradora de empresas en las que participan recicladores de base. En aquellos países donde este modelo de reciclaje no está implantado, la entidad busca brindar a los trabajadores nuevas oportunidades para que no tengan que trabajar en vertederos. 

“Las cifras por sí solas automatizan la desigualdad”, afirma la doctora Romina Malagamba Otegui, directora la Unidad de Ciencia de Datos de Latitud R, en una entrevista reciente en CNN. La antropóloga argumenta que el reciclaje inclusivo es un modelo ascendente, en el que los principales actores son los grupos vulnerables que se hacen cargo de la transformación de los residuos, “millones de personas que están ofreciendo con su trabajo soluciones a la actual crisis climática”.

En este sentido, la cuestión clave, argumenta, es llevar a cabo un cambio de paradigma que ponga en valor la labor de estos colectivos vulnerables, para lo cual es necesario desarrollar un modelo integral basado en lo que se denomina recuperación de toneladas justas, esto es, material recuperado gracias al trabajo de recicladores de base que cuenten con unas buenas condiciones de trabajo. De este modo, este aúna  el compromiso del medio ambiente con la justicia social. 

Fuente: www.nationalgeographic.com.

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